Historia de la puntuación y la lectura
(parte 5 de 6)
Apuntes para una clase del Diploma de Tipografía en la Universidad Católica, 2002.

 

Central a esta reforma fue el estímulo a la lectura. Carlomagno [22] atrajo a otros intelectuales a la corte y formó una valiosa biblioteca. Este renacimiento imperial generó un boom de producción de libros sin precedentes, se solicitaron textos clásicos a abadías y monasterios, que fueron reproducidos en la corte. Las innovaciones insulares se incorporaron a estas nuevas copias aunque con lentitud. La separación de palabras, por ejemplo, era menos necesaria para los franceses, cuya lengua era similar al latín y fue adoptada lentamente. En países germánicos la adopción era más útil y fue más rápida. La separación de palabras será de uso general en Europa recién en el s XI.

Una importante innovación, derivada de la mezcla de estilos caligráficos en una misma página, fué el dar inicio a cada sententia (frase) con una litera notabiliares en mayúscula romana, a veces dentro del bloque de texto, sin dar origen a un nuevo párrafo. La “frase” toma así su forma gráfica actual, aunque el uso de un punto al final de la misma será excepcional, ya que es redundante cuando la siguiente frase comienza con mayúscula [23].

Se modifican tanto en forma como en función algunos signos, como el simplex ductus. El sistema de distinctiones se reduce a dos posiciones para el punto: situado en la parte alta de la última letra (distinctio), indica el fin de una frase, situado en la base o a media altura, significa cualquier otro tipo de pausa dentro de la frase. Esta simplificación seguramente se haya debido al uso de minúsculas, que hacía demasiado sutil distinguir tres posibles alturas del punto. A fines del s IX, también los irlandeses simplifican su sistema, usando 3 puntospara fin de sententias y 2 para pausas intermedias.

Alcuino fué determinante en la reintroducción de la puntuación en el continente, sus recomendaciones al respecto en cartas a Carlomagno tienen el tono de políticas de estado.

El esfuerzo carolingio por mejorar la estructura de los textos también se aplicó a la forma de las letras, estandarizando en una sola las distintas formas que podía tomar cada letra. También se disminuye el repertorio de ligaturas. Se perseguía el principio de litterae absolutae (a un sonido, una letra y una forma).

La liturgia requería una lectura en voz alta y “en tiempo real”, no permitía errores ni titubeos, exigiendo además una entonación correcta, si se quería trasmitir correctamente a los fieles el sentido de la escritura. Los textos litúrgicos desde el s. VII poseerán estadísticamente más signos de puntuación que los demás. A mediados del s VIII aparece en estos libros una importante formalización del repertorio de signos. Al conjunto se le conoce como positurae y está compuesto principalmente de:

  punctus versus que indica fin de frase
  punctus elevatus que indica pausa intermedia
  punctus interrogativus que indica pregunta

Las positurae derivan de combinaciones del simplex ductus y del media distinctio, pero sólo se usan en textos litúrgicos. Su función es hacerlos destacarse entre las minúsculas, se dibujarán más gruesos desde el siglo IX.

El punctus interrogativus fue una importante novedad y se propagó con rapidez a otro tipo de libros. El sistema de positurae será de uso general en los siglos XI y XII.

Los positurae son un sistema más nítido de puntuación, que siempre pudo ser útil, que se hizo más necesario con la introducción de las minúsculas, pero que sólo se hizo posible con la separación de palabras. Son un invento genuinamente continental que llegará a Inglaterra en los s X y XI.

En el s XII ya existe un repertorio general de puntuación, aunque dista mucho de ser estándar, sus formas solo se estabilizarán con la imprenta. Se han agregado más elementos, las literae notabiliares han seguido cobrando importancia, decorándose cada vez más [24]. La de capitulum se hace C y se le decora con la línea vertical usual en la mayúscula inicial para transformarla en y luego en .

Iván Illich [25], en su libro “In the vineyard of the text” (1993), plantea la tesis de que a mediados del s XII, como consecuencia de “algo más de una docena de innovaciones tecnológicas” la página se transformó “de una partitura en un texto”, que es su forma actual. Como toda obra de Illich, es estimulante, algo exagerada y provocadora, pero fué pionera en abordar el tema de la historia de la lectura y la puntuación.

Algunas de las innovaciones tecnológicas que menciona Illich son la escritura minúscula, la introducción del papel (vía Toledo), la diagramación adecuada a la estructura de las ideas, la creación del libro portátil, las notas al pie, los índices alfabéticos, la distinción gráfica entre cita y comentario, las palabras clave destacadas en el texto, los párrafos descriptivos iniciales.

Como hemos visto, el origen de estas innovaciones es muy anterior al s XII, revisemos someramente la introducción de algunas de ellas:

minúscula   s VIII   Carlomagno
papel   s XI   España
diagramación   s VIII   Irlanda
libro portátil   s VII   Irlanda
citas y notas   s VIII   Irlanda, Inglaterra

Salvo el papel, la mayoría de las tecnologías mencionadas por Illich son muy anteriores al s XII, su incorporación –sin embargo– demora; convergiendo finalmente durante el s XII para conformar un libro que en lo esencial es el que conocemos hoy.

Este nuevo formato conlleva un cambio radical en la manera de leer y desplaza al libro desde el monasterio al que habría de ser su hogar natural por los proximos siglos: la recién creada universidad.


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22- Carlomagno. Monasterio de San Juan, Müstair, c 1770.
23- Mayúscula al comienzo de cada frase. Alemania, s. IX.
24- Mayúscula inicial. Inglaterra (Durham), s XII.
25- Iván Illich (1926-2002).