¿Porqué volaba Saint-Exupéry? (parte 1 de 3)
Publicado en Artes y Letras (El Mercurio) 25 de junio, 2000, a cien años del nacimiento de Saint-Exupery.

 

Manejaba por la Patagonia junto a William Langewiesche, piloto y escritor. Era mi turno al volante, 100 kilómetros cada uno. Se trataba de un viaje doble. El paisaje, por una parte, enhebrando pueblos y entrevistando colonos. Pero también un viaje por el lenguaje castellano. Hablábamos en inglés y manejábamos rápido. De vez en cuando, así como a veces metía la rueda en un hoyo o tropezaba con una piedra, tropezábamos también con palabras difíciles. A la velocidad con que hablábamos, un tropiezo gramatical tenía el efecto de una piedra en el camino: nos sacaba de la ruta.

- Yo soy cansado.
- Se dice "yo estoy cansado" -le corregía.
- ¿Y porqué? Me dijiste que "I am american" se decía "yo soy americano" y ahora resulta que "I am tired" no se dice "yo soy cansado".

No me había detenido a pensar en que el inglés no distinguía entre ser y estar y que para los gringos era un obstáculo difícil. Me tomó varios minutos y muchos ejemplos llegar al fondo del asunto y descubrir que ser era permanente y estar era transitorio. Una persona era alegre si era constitucionalmente alegre, pero solo estaba alegre si ese estado iba a pasar. ¿Es que los gringos no distinguían entre lo permanente y lo transitorio? ¡Eso podía explicar muchas cosas! ¡Esa diferencia en el lenguaje podía tener consecuencias metafísicas!

Entonces tomé mal una curva -segunda vez durante mi turno- y me salí de la berma. Bruscamente de regreso al paisaje. Mientras ponía marcha atrás avergonzado, sentía la risa silenciosa de Langewiesche. William había volado desde muy joven y había perdido la cuenta de sus horas de vuelo... ¿quince mil?
- Más... deben ser 18.000.
Veinte de esas horas las habíamos volado juntos el año anterior, sobre el Desierto de Mojave, Arizona, el Cañón del Colorado, Utah. Sus libros eran libros de viaje: la frontera mexicana, el Sahara. Pero el último era sobre aviones. Se llamaba Inside the Sky (Dentro del Cielo). Mis miserables 50 horas de vuelo no me alcanzaban siquiera para mantener vigente mi licencia; me autorizaban sin embargo para hablar de aviones. Entendía, por ejemplo, el título de su libro. Porqué se llamaba "Dentro del cielo" y no simplemente "En el cielo". Los pilotos no vuelan por el cielo, así como se maneja por la carretera. Los pilotos son sostenidos por el cielo, es el medio en que se mueven, no es una simple referencia. De ahí su obsesión por la meteorología. Porque les dice en qué cielo se meterán. De ahí que de noche, en nuestro hotelito de Arizona fuera imposible conseguir que el gringo cambiara de canal: se quedaba pegado en la estación del tiempo, mientras yo ya estaba chato de mapas meteorológicos y noticias de huracanes. De ahí que cada vez que había un teléfono a la mano en algún pueblo llamara para averiguar del tiempo en el próximo trayecto.

Se vuela dentro del cielo. Por eso es acertado ese breve diálogo escrito por Saint-Exupéry en Vuelo Nocturno:

A mitad de la noche, llaman del centro de control a la casa del piloto, es hora de partir. Su mujer recibe el mensaje y decide darle unos minutos más de sueño. En cuanto su marido abre los ojos pregunta:
- ¿Qué hora es?
- Medianoche.
- ¿Qué tiempo hace?
- No sé...
Se levanta. Camina lentamente a la ventana, desperezándose.
- No hace mucho frío. ¿Cuál es la dirección del viento?
- ¿Cómo quieres que lo sepa?
El se inclina por la ventana.
- Sur, muy bien.

Ese diálogo y la escena que le sigue representan muy bien los dos mundos en que viven. Ella vive en el calor del hogar. El vive dentro del cielo.

De manera que hablamos de aviones y de Saint Exupéry en ese camino de la Patagonia.

- ¿Y de dónde sacaste que Saint-Exupéry era un mal piloto?
- ¿De dónde lo saqué? -se ríe William- Bueno, es verdad que esto ha sido olvidado, sobretodo en Francia, pero en el mundo de la aviación Saint-Exupéry era famoso por lo mal piloto.
- Pero si fué un pionero, abrió las primeras rutas de correo aéreo, todo el mundo lo sabe. Voló entre Francia y España, el norte de Africa. Voló sobre el Sahara... la Patagonia... Indochina.
- Era famoso por lo mal piloto. Sobretodo entre sus colegas del primer correo aéreo. Fué malo en Francia, malo en Africa, malo en Argentina y -luego de convertirse en escritor famoso- malo en todo el mundo.
- ¿Y cómo puedes estar seguro?
- ¿Quieres una prueba? Fácil: se pasaba estrellando aviones. Perdiéndose y estrellando aviones, tratando de despegar sobrecargado y estrellando aviones, agotando el combustible y estrellando aviones, volando bajo y estrellando aviones, aterrizando mal y estrellando aviones. En general, cagándolas.
- Y si era tan malo ¿porqué lo dejaban volar?

Caía la tarde en el Lago General Carrera. Queríamos llegar con luz a Puerto Guadal.

- Los franceses lo dejaron volar unos pocos años hasta que se dieron cuenta. Entonces se pasaron los siguientes diez o veinte tratando de mantenerlo lejos de los controles. Entre otras cosas lo nombraron director de ruta. De ahí el rol heroico que asigna en Vuelo Nocturno a ese oficio intrínsecamente poco heroico.
- Sin embargo siguió volando toda su vida...

- Tu sabes que Saint-Exupéry era un aristócrata y una estrella literaria, de manera que era muy difícil mantenerlo en tierra. Tenía esta cosa con los aviones y se las arreglaba para volver a subir en ellos... y estrellarse. Incluso se compró uno cuando se quedó sin trabajo, ese lo estrelló en Egipto. La Segunda Guerra Mundial le dió su última oportunidad. Luego de un largo trabajo de lobbying, fué asignado a un escuadrón de cazas P-38 americano, en el norte de Africa, con un rol tipo "viejo famoso". Fué cuidadosamente mantenido lejos de combate, pero salía en cortos vuelos por gusto, estrellando uno o dos aviones. "¡Mon Dieux! ¿Otra vez aterricé con el tren retraído?" Finalmente, los americanos lo dejaron en tierra por bruto, pero se mantuvo con el escuadrón. Se trasladaron a Cerdeña. Una tarde tomó un avión de reconocimiento y despegó en un vuelo no autorizado al norte, al sur de Francia. Frente a la Riviera, de ida o de vuelta, le dispararan o no, se estrelló contra el mar y nunca fué encontrado. Era depresivo. Probablemente se suicidó en la forma que conocía mejor: tratando de volar.
- Bueno, suficientes pruebas. ¿Y porqué sería tan mal piloto?
- ¡Fácil! Era un escritor. Filosofaba, soñaba. Partía permanentemente. Se perdía en pensamientos. Se supone que los pilotos no hacen eso. Es más: se supone que no piensen en absoluto. La cabina es una cápsula de realidad, brillante y super-iluminada. El sumun de lo concreto. Y está mejor ocupada por gente práctica, muy despierta y suficientemente bruta como para mantenerse ocupada. Ahí no quieres un tipo que esté pensando en la vida y la muerte o inventando conversaciones con un extraño hombrecito de algún extraño asteroide. ¡Christ! Ni siquiera quieres a alguien que haga juegos de palabras. Por eso Saint-Exupéry era un mal piloto.
- Por lo que dices, parece que para ser buen piloto hay que ser gringo.
- Bueno, esa es una explicación más simple de por qué era un mal piloto: era francés. Mira como escriben esos tipos retorcidos y sobreintelectualizados, nunca entiendo exactamente lo que quieren decir, dudo que ellos mismos lo entiendan. ¡Ni siquiera entiendo Le Monde! ¿Cómo podría un francés pretender siquiera volar en línea recta?
- Pero escribía bien...
- A veces.


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1.- Antoine de Saint-Exupéry
2.- William Langewiesche
3.- Saint-Exupery, 1944